Viejo pecado: LA PEREZA
Nuevo pecado: AUTOEXIGENCIA SIN LÍMITE
¿Te postulaste a Mujer Maravilla? Mirá que hay demasiadas candidatas a acer de tooodo, como si cada día tuviera 40 horas. ¿Serás la más ocupada? La verdad, acá es mejor perder para ganar. Las mujeres parecemos condenadas a ser perfectas y a poder sincronizar cientos de actividades y roles diferentes. Salvo que nuestra madre sea una feminista de las que antes había pocas, desde chiquitas nos programan: ayudamos con nuestros hermanos, ponemos y sacamos la mesa, arreglamos el cuarto, somos el mejor promedio de la escuela (y si es posible, de la facultad), tenemos medalla de mejor compañera, tenemos siempre el pelo impecable y el gloss puesto y somos fieles al chico que nos gusta (al que además le cocinamos riquísimo y le hacemos el amor como geishas desaforadas). Así, diez en todo, crecemos bajo esa autoexigencia. Porque como, encima, tenemos el don de hacer más de dos cosas al mismo tiempo (¡y los hombres se dieron cuenta!), nos da pena desaprovechar esa capacidad. Y aunque en la agenda no haya intervalos ni de cinco minutos y almorcemos un yogurt bebible en el colectivo o el auto, nos sentimos exitosas con esa vida recargada. “Siempre tratamos de sobresalir, de poder más. Porque cuando el hombre salía a trabajar, nosotras lo cubríamos. Ahora que nosotras somos independientes, ¿a quién recurrimos? O pagamos por ayuda o nos arreglamos como malabaristas. El gran problema aparece cuando ‘ fracasamos’, es decir, cuando algo no nos sale tan bien como queríamos. Ahí, las que se autoanalizan o hacen terapia se dan cuenta de que no es humano lo que se exigían. Y tienen que aprender a delegar. Pero lo peor llega después: dejar que el otro nos ayude a su modo y no cómo lo haríamos nosotras”, Poner un stop es un buen punto de partida. La onda “me mato y no me quejo” (o “me mato sola y me quejo igual”) no sirve. Te van a pedir siempre más. Aprendé a decir las palabras mágicas: “no puedo” y dejá los sí sólo para aquello que sea obligatorio o que sea tan placentero que no quieras perdértelo.
la tocaya, Dina.