miércoles, 2 de junio de 2010

Viejo pecado: LA AVARICIA Nuevo pecado: CONSUMISMO A FULL











Viejo pecado: LA AVARICIA




Nuevo pecado: CONSUMISMO A FULL



Fuiste separando un puchito cada mes y lo lograste: ¡tenés la mejor notebook que existe en el mercado! Nadie te supera, sólo te igualan los que tienen la misma. Sin embargo, mañana vas a ir bajando en el ranking. Y no te cuento en un mes... ni en un año. Esto nos pasa a todas, es parte de este planeta tan tecno en que vivimos. El problema aparece si eso te preocupa y si, apenas alcanzaste la zanahoria que ansiabas, ya estás atrás de una nueva. “El valor supremo de nuestra época es poder comprar”. En varias ciudades de Estados Unidos, por ejemplo, miles de personas pasaron días enteros haciendo cola para comprar los primeros iPhones. Y cuando surja un juguete tecnológico nuevo, éste va a quedar destronado. Lo más grave del consumismo es que muchas veces se traslada de los objetos a las relaciones personales. “Entonces, en cuanto alguien deja de satisfacernos o de sorprendernos, o simplemente se vuelve parte de una rutina, lo descartamos y lo cambiamos por otro. Y esto fomenta las expectativas consumistas hasta en las cuestiones del corazón”, asegura el sociólogo Zygmunt Barman en su libro La vida líquida. Todo es rápido, todo se quema enseguida como si te lo fumaras. Pasa un año y ni te das cuenta, vivís gastando en necesidades que te crean otros y después ya no podés vivir sin todo eso: celu, microondas, lavavajillas, planchita, Internet, Palm. ¿Cómo haríamos para vivir hoy sin todo eso? Nadie te dice que te prives de la tecno que te facilita la vida, pero sí que aprendas a disfrutar de algo que te compraste. Que no hagas como esas personas que se equipan el playroom y lo usan sólo para las visitas. ¿Para que te instalaste el hidro si no vas a darte un baño de burbujas con él? Si no podés hacer nada para frenar tu compulsión de comprar, además de ver a un terapeuta, te aconsejamos que salgas y compres comida, ropa y juguetes... para donárselos a personas que de verdad los necesiten.

la tocaya, Dina.
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